LOS CAMARADAS
"Fuimos llegando de a uno en uno.
Unos veníamos de Santiago y nos quedamos aquí.
Otros venían de Chillán, de Los Andes. De Talca, de Valparaíso.
Marchábamos desde la vida acomodada que se entronca en la tradición,
de la vieja clase media y también de las familias modestas.
Éramos de la Católica y de la Chile.
De Derecho y de Ingeniería.
De Sociología y Arquitectura.
Éramos creyentes de intensa vida.
O tan sólo peregrinos en busca de una razón con que llenar la vida.
Fuimos surgiendo como de la nada.
Guiados por el hilo invisible de un Dios
que entrecruza las vidas para tejer el porvenir.
Pero teníamos una sed que nos hermanaba.
Queríamos saber, saber más.
Sentíamos Chile.
Nos preocupaban los pobres por sobre todas las cosas.
No nos satisfacía el mundo que habríamos de vivir.
Creíamos en la bondad. En la fraternidad. Y en la justicia.
Sobre todo en la libertad.
Interrogábamos cada libro.
Husmeábamos cada curso.
Necesitábamos maestros que nos dijeron aquello cuyo vacío sentíamos.
Y los maestros vinieron.
También de distintas vertientes.
De Dios y del mundo.
De la vida y el pensamiento.
De la política y el púlpito.
Fuimos bebiendo de esa nueva y la sed comenzó a aplacar.
Buscamos otros que nos siguieran.
Quisimos darles respuesta a todos los peregrinos del espíritu.
Pronto nos sentimos portadores de un mensaje.
Ello trascendía nuestras personas.
Por cierto, nuestros orígenes también.
El punto común jamás fue el pasado. Siempre el porvenir.
El cemento que nos dio consistencia no fuimos nosotros
si no que la preocupación por los demás.
La energía para continuar adelante
la obteníamos de un ideal antiguo como el hombre.
Inagotable como la mar. Limpio como un brillante.
Y fuimos caminando por la vida.
Cada vez más.
Todos de procedencias cada vez más amplias y diferentes.
Todas las edades entraron en el crisol
que funde a los individuos en personas y a éstas en militantes.
No nos percatamos demasiado cómo,
pero en un momento imperceptible fuimos camaradas.
Nos bastaba eso.
No exigíamos carnet de identidad,
ni certificados de estudios.
Nos conocíamos en el hablar y en el sentir.
Sobre todo en la ilusión de servir.
Caminamos veinte años sin descansos.
Fuimos a veces el camino mismo que no podía detenerse.
También peregrinos que conocen el corazón duro
y el gusto amargo que deja la puerta que se cierra.
Algunos cayeron.
La tarea era demasiado grande.
Demasiada dura y exigente.
Había caminos más rápidos pero que llevaban a otras direcciones.
Hacia planicies sin cumbres que conquistar
ni alturas desde las cuales respirar.
Los más seguimos.
A veces separándonos,
pero volviéndonos a encontrar en lugares y profesiones
Siempre sintiendo el ideal como propio.
Siempre dispuestos a hacer todavía un esfuerzo
cuando se creía ya hecho el último.
Otros se fueron a ver de cerca el Espíritu que todo lo puede.
Y para ese viaje a lo insondable
no faltó aquel que quiso viajar con su camisa azul puesta.
Son mis camaradas. Por eso los quiero".
"Nostalgias", Claudio Orrego Vicuña
Editorial Del Pacífico, 1975, pág.41