sábado, 16 de octubre de 2010

A 75 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA FALANGE NACIONAL MARIANO RUIZ-ESQUIDE / RICARDO HORMAZÁBAL / RODOLFO FORTUNATTI




Estimados camaradas:

Nuestra historia y trayectoria

El día 12 de octubre de 1935, hace 75 años, se fundó la Falange Nacional, una de las vertientes más poderosas de las que dieron vida, en 1957, al PDC. Sus militantes se consideraban misioneros de una cruzada nacional que, con apego estricto a los ideales democráticos y basados en principios cristianos, libres de integrismo religioso, se comprometían a construir un Orden Nuevo.

Así lo describió un observador:

“Habiendo luchado para derrocar una dictadura, los jóvenes no podían tragar el desenfrenado liberalismo que dominaba al Partido Conservador en lo social y económico”1.

El camino fue largo y complicado, pero porque fueron consecuentes, perseverantes y coherentes,el pueblo chileno les entregó su confianza en distintos niveles y grados. ¿Tenemos los militantes de la DC del 2010 la misma actitud?

La respuesta mayoritaria pareciera ser negativa. La caricatura de Quino que ilustra este documento pareciera representar nuestra situación actual y la de otros partidos. Tenemos casi la misma votación que tuvimos en 1957, y hemos regresado al punto de partida de la discusión central que se abrió aquel año. Había grandes acuerdos. En lo doctrinario, la filosofía cristiana y la doctrina social de la Iglesia eran aceptadas en forma unánime, ayer y hoy. En 1935 y en 1957 se enfrentaban unitariamente a una jerarquía católica conservadora que ocultaba las encíclicas sociales, aquellas que desde fines del siglo XIX denunciaban los abusos del capitalismo y sólo se referían a las nefastas opciones que el marxismo ofrecía. Había una visión compartida respecto a la necesidad de promover un partido no confesional, a fin de no repetir la triste experiencia del partido Conservador chileno. Un programa de profundización de la democracia en todos los ámbitos, y de concreción de una justicia social real, era también compartido ampliamente. En la década del 30, fuimos los primeros y únicos en hablar de Reforma Agraria y los que la hicimos en los sesenta. La necesidad de impulsar la integración latinoamericana para consolidar la paz, dejar atrás las heridas del pasado y construir sociedades más justas, era una aspiración compartida por todos los sectores. Las diferencias se daban en lo estratégico y en lo electoral.

¿Se construía un partido de centro o uno de vanguardia? ¿Buscábamos unos caminos electorales y políticos solos, o nos aliábamos con la derecha o con la izquierda? Eduardo Frei Montalva pidió por carta el apoyo de los partidos Conservador y Liberal para su candidatura presidencial de 1958. El primero se lo dio, pero el segundo, por un hecho fortuito, se lo negó, impidiendo el acuerdo que habría llevado a la DC a ser otro partido más de centro-derecha, como hay muchos en el mundo.

La polarización que produjo la Revolución cubana en los años sesenta, y la nueva estrategia que desplegó Estados Unidos para enfrentar a la desparecida Unión Soviética, nos convirtieron en el partido que propició el cambio profundo de la ideología capitalista y de las estructuras culturales, económicas y políticas que consagraban “el desorden establecido”, según denunciaba la Iglesia Católica en esa década. Crecimos porque fuimos la fuerza del cambio, la fuerza de la justicia social con impecables títulos democráticos. Porque fuimos fuerza emancipadora. Porque conquistamos la dignidad del campesino, impulsamos el ascenso social de los más pobres, promovimos los Centros de madres, las Juntas de Vecinos, y las organizaciones culturales y deportivas.

Por iniciativa de nuestro querido Radomiro Tomic, creamos la Junta de Auxilio Escolar y Becas, proyecto que fue aceptado por Alessandri, y ampliado por el Presidente Frei. Interpretamos los anhelos y creamos oportunidades de progreso para la clase media: el SERMENA en Salud, las asociaciones de Ahorro y Préstamo para la vivienda, la reforma educacional y la ampliación de recursos y el arancel diferenciado en las Universidades. Asimismo, promovimos el Estatuto Docente para los profesores, y brindamos a los jóvenes la oportunidad de convertirse en actores de su propio futuro. Concretamos acuerdos de integración tan valiosos como el Pacto Andino, y fuimos firmes defensores de las instancias internacionales regionales y universales para superar los conflictos que generaba la Guerra Fría. Defendimos una política antiimperialista y rechazamos las intervenciones de Estados Unidos y de la Unión Soviética en diferentes puntos del globo. Por eso, el desarrollo de acciones comunes en nuestro continente despertaron la furiosa reacción de Nixon y Kissinger, quienes con la ayuda de sectores de derecha y de uniformados chilenos, promovieron un golpe de Estado en 1969 en contra de nuestro Gobierno, intento que fracasó por el gran rechazo interno que generó y por el apoyo de sectores políticos europeos y americanos gravitantes.

Leímos acertadamente los condicionantes internacionales y nacionales de fines de nuestro Gobierno, el de nuestro inolvidable Eduardo Frei Montalva, cruelmente asesinado por la dictadura de Pinochet. Por ello, propusimos la unidad política y social del pueblo, que la izquierda dirigente de entonces rechazó de una manera irresponsable.
¿Cuánto dolor le habríamos ahorrado a la Patria si nos hubiesen acompañado en la propuesta?

Incluso cuando perdimos la elección presidencial de 1970, ganamos el futuro. Derrotamos a los marxistas y a la derecha en las organizaciones estudiantiles de enseñanza media de todo el país, y reforzamos nuestra presencia en las universidades. Ganamos la CUT nacional y varias regionales, así como el gremio de la salud, y nos hicimos influyentes en los Colegios Profesionales.
Fuimos oposición popular, constructiva y serena, hasta que la polarización creciente hizo explotar la democracia.

Las diferencias que tuvimos respecto del Golpe de Estado, se fueron acotando en una lucha común por los derechos humanos y la reconquista de la democracia. Ninguna otra fuerza política jugó un papel tan relevante en ese proceso. Los jóvenes, los profesionales, los trabajadores, los intelectuales, confiaron en nuestro liderazgo para defender los derechos conculcados y respaldaron nuestras propuestas de lucha pacífica para retomar el camino civilizado. Encabezamos los dos primeros gobiernos democráticos, siendo claves para pagar las deudas pendientes en derechos humanos y atraso económico. Adicionalmente, aprendiendo del pasado, fuimos solidarios y abiertos con nuestros aliados y leales adversarios de la derecha y del Partido Comunista.

A lo largo de esta larga lucha, algunos nos abandonaron. En 1969, el MAPU, por su opción marxista leninista. En 1971, la Izquierda Cristiana y su inconsecuencia política ―impostura ideológica la calificó por entonces el maestro Jaime Castillo Velasco―, y, después del 11 de septiembre de 1973, los que respaldaron la dictadura de Pinochet, contradiciendo el ser más profundo de nuestro pensamiento e historia. Recientemente, un pequeño número de los nuestros, siguiendo personalismos y ambiciones desmedidas han pactado con la derecha que hoy gobierna.

¿Cuál es el denominador común de todos ellos? Sólo el fracaso. La caída, pues no hay posibilidades en Chile de construir una fuerza poderosa de cambio, inspirada en el humanismo cristiano, fuera de la Democracia Cristiana.

Chile del 2010

Esta etapa histórica requiere respuestas apropiadas a problemas urgentes.
En primer lugar, los desafíos del cambio de época que vivimos y que se expresan en el debilitamiento del sentido de solidaridad, de participación, de justicia social, en la creciente desigualdad entre una minoría que se enriquece de manera desproporcionada, y todos los demás sectores mayoritarios que viven con creciente dificultad.

En segundo lugar, las tendencias conservadoras resurgen con fuerza en amplios círculos de la Iglesia, con gran poder económico y político. Hay un progresivo abandono del gran avance que el catolicismo construyó con el Cardenal Raúl Silva Henríquez y que inundó de aire fresco el tiempo dictatorial. Por ello se valoran más los esfuerzos y aportes relevantes de algunos sacerdotes y obispos que reman contra esa corriente.

En tercer lugar, los partidos políticos aparecen ausentes de la promoción de proyectos nacionales que trasciendan el oportunismo personal, y se perciben como plataformas de poder personal o grupal, con dependencia perversa de grupos empresariales que los manipulan para servir sus intereses. Se ha perdido el perfil propio de las fuerzas que, como la Democracia Cristiana, tienen principios y propuestas válidas, según lo demuestran los acuerdos del Quinto Congreso celebrado
el 2007, lamentablemente no implementados por ser opuestos a los dogmas liberales de algunos políticos y tecnócratas con gran influencia en las altas esferas de nuestros últimos gobiernos.

Aprender de los errores

Estudiar las razones de nuestra derrota electoral del 2009 es imperioso; para aprender, no para recriminar. Algunos camaradas sostienen que nuestra crisis se debe al hecho de que no habríamos sabido dar respuesta a los cambios que nosotros mismos impulsamos en los últimos veinte años, y que la Democracia Cristiana no habría sido capaz de entender que existe una clase media que rechaza la intervención del Estado, y que sólo aspira a que se la deje progresar por sí misma.
Así se puede leer en el siguiente fragmento:

“La realidad de una mayor autonomía de las personas y de la sociedad civil (y la demanda en un mismo sentido de una menor injerencia del Estado en el plano económico) parece ir acompañada de la aceptación explícita o implícita de una economía abierta, de mercado… Estos cambios culturales han acentuado el individualismo y el consumismo”

El autor consigna que esto es resistido por partidos como la DC chilena.2 .Para estos camaradas otro elemento nuevo es

“… el protagonismo de un actor empresarial caracterizado por una elevada autoestima, que reclama (y ya lo ha conseguido de muchas maneras) una nueva legitimidad social. Este sector social, no se aviene con el ethos cultural de la DC”3.

Ellos critican que la DC se oponga a esto “producto de toda una historia y de cierta conformación ideológica y sociocultural”. Citando un reportaje de la revista Capital, afirman:

“La nueva clase media no es hija de la antigua, ya que sus rasgos son muy distintos y se diría que es hija de la generación espontánea asociada a la dinámica del desarrollo.”

En síntesis, la DC sería responsable de haber perdido casi un millón de votos por oponerse a una economía abierta de mercado, y por no sintonizar con los cambios culturales que

“… han acentuado el individualismo y el consumismo y por no aceptar el desmedido poder de los empresarios.”

Estos sectores, que han formado parte activa de todos los gobiernos, que tienen un trabajo transversal con fuerzas liberales concertacionistas, y que, incluso, han ocupado cargos relevantes en el Partido, han criticado a la Democracia Cristiana por no haber sido capaz de representar adecuadamente a los empresarios, porque nos habríamos quedado pegados en un discurso antiempresarial. En nuestra opinión se equivocan profundamente.

Nuestra trayectoria demuestra que hemos sido impulsores de la modernización económica. Revela que hemos estimulado el desarrollo de los empresarios en los diversos ámbitos, abriéndoles espacios más allá de nuestras fronteras, como ocurrió en los Gobiernos de Frei Montalva, Aylwin y Frei R-T. ¡Cómo olvidar que nos opusimos con fuerza a la estatización masiva y al margen de la ley!

Otra cosa es que hayamos sido, seamos, y sigamos siendo partidarios del respeto a los derechos de los trabajadores, a su derecho a participar en las ganancias y a recibir un salario digno. A sindicalizarse y negociar colectivamente. Por cierto que nos duele que después de 20 años de gobiernos concertacionistas hoy exista más concentración económica que nunca, peor distribución del ingreso, más usura en la Banca, menos trabajadores sindicalizados y menos negociaciones colectivas que en los propios tiempos de la dictadura.

Por ello, creemos que la pérdida de votos y la derrota electoral tienen otra explicación. El 29 por ciento que obtuvo Eduardo Frei en la primera vuelta del 2009, se debe a un juicio crítico de los ciudadanos sobre el actuar del Gobierno, que él defendió con coherencia y responsabilidad políticas. Digamos las cosas como son. Esa clase media que aporta en impuestos casi dos meses de
sueldo cada año al Estado, debe además pagar la educación de sus hijos, el creciente costo de la salud y enfrentar el drama de vivir con pensiones equivalentes al 30% de lo que gana en actividad. ¡Esa clase media nos cuestiona por haberla abandonado!

Los gobiernos concertacionistas, especialmente los últimos dos, más allá de los logros relevantes alcanzados en diversos ámbitos, han sido los mejores para los grandes empresarios, y la concepción neoliberal de sus equipos económicos nos ha enajenado la confianza de la clase media instruida, de los jóvenes y de los trabajadores, sin obtener la adhesión de los beneficiados principales y de su clientela, que votan arrogantemente por la derecha. Nuestros antiguos votantes anulan o votan en blanco, sumándose a casi tres millones de chilenos que se niegan a inscribirse.

La realidad muestra que estos cambios han sido promovidos por nuestros gobiernos, por la influencia decisiva que los sectores ideológicos liberales o neoliberales han tenido en ellos, y no porque se hayan aplicado las ideas que los partidos han propuesto. Ningún acuerdo del Congreso del PDC de 2007 se implementó en materia de Salud, Educación, Previsión, participación, mejor distribución del ingreso, rebaja de impuestos para las regiones, las PYMES, la clase media y alzas de impuestos para los más ricos. Incluso más, estos sectores se opusieron a que el programa de Eduardo Frei Ruiz-Tagle incluyera un alza de impuestos, que hoy, hasta la derecha ha debido aceptar. Adicionalmente, los más preclaros representantes del neoliberalismo concertacionista, y democratacristiano en particular, ocupan cargos destacados en la Banca, los seguros, las AFP y las Isapres.

La actual directiva del PDC, legitimada en una votación en la que participaron poco más de 20 mil personas, no tiene un perfil liberal homogéneo, pues integra a diversos sectores. Pero ¿sentirá su núcleo liberal la tentación de imponer una línea política basada en una ideología que, como ellos mismos señalan, no es vista con agrado por la militancia? Una conducta de este tipo, ahondaría la crisis y haría más difícil la búsqueda de soluciones. La orientación doctrinaria, la definición estratégica y el tipo de partido que debemos ser, requieren ser definidos de un modo racional, democrático y muy participativo.

Somos partidarios de un partido de militantes, y no de uno de clientela. Nos interpreta un partido de vanguardia, y no uno de administración. Nos motiva un partido de proyectos valóricos, con respuestas programáticas serias y fundadas que, teniendo como horizonte el Bien Común, privilegie los intereses de los sectores populares y de la clase media, y no sirva como instrumento de los intereses de los poderosos. La Democracia Cristiana es un partido de gente honesta, que no puede ser manejada por los que tienen dinero o se ponen al servicio de esa minoría.

En esta concepción no son aceptables las actitudes de parlamentarios que actúan por sí solos, que tienen una concepción clientelística y de señores feudales. En estos días se aprecia que el problema no está radicado sólo en el partido, sino que es transversal. Se requieren personas libres que opten por asumir una misión, que estén dispuestas a cumplir con los requisitos que ésta les exige, y que estén preparadas para desempeñarla, aportando a la definición del camino y a su implementación, tanto cuando se gana como cuando se pierde.

Los Bomberos, la Defensa Civil, la Cruz Roja y otras entidades no aceptan a cualquiera y exigen estar disponibles para cumplir con los requisitos exigidos para tan digna tarea. Si la política es una de las más hermosas expresiones de la caridad cristiana, en la que se opta libremente por participar, y los valores y la filosofía democrática legitiman a una organización que usa la democracia interna para estudiar y debatir propuestas, ¿por qué no exigir a sus militantes conductas acordes con principios y programas democráticamente adoptados?

Sin odiosidades ni agresiones, optamos por un partido de militantes activos en el mundo real, en las organizaciones existentes, y en las que se creen. Educándose para servir a su prójimo, siendo los primeros en ofrecerse para las tareas, y los últimos para disputar los cargos. Abiertos para mostrar el origen de los recursos que usan, y categóricos para rechazar y denunciar los intentos de corrupción.

La Concertación necesita un cambio profundo en sus propuestas y en la manera de relacionarse. En lo programático, y hasta que no se celebre el 6ª Congreso del PDC, deben aplicarse las propuestas que nuestro Frente de Profesionales elaboró para la campaña presidencial, y que no fueron mayormente consideradas. Allí se plantean propuestas contra los abusos del sistema de Isapres, recientemente abordados en una sentencia del Tribunal Constitucional. Promovemos la reforma del sistema previsional que presenta jubilaciones promedio de $171.000, cerca de un tercio de las que paga el antiguo sistema, a un costo usurario, partiendo por una AFP del Estado. Necesitamos ampliar el Servicio País a los profesionales de la Tercera edad que están en condiciones de aportar su experiencia en las zonas pobres y fortalecer sus misérrimas pensiones. Abrir espacios a los jóvenes ampliando las becas en la educación superior, rebajando sustancialmente la tasa de interés de los préstamos universitarios y estimulando los Pueblos Jóvenes, donde con subsidios para viviendas, capacitación y adaptación, cambiamos el horizonte de los matrimonios jóvenes, reduciendo los riesgos sociales que enfrentan y que es un estímulo fuerte para la delincuencia y drogadicción.

Necesitamos renovar nuestro compromiso con las organizaciones sociales, asumiendo sus legítimas demandas y dándoles derecho a voto por derecho propio en nuestras Juntas Nacionales, Regionales y de todo nivel, como era antes de la dictadura. En especial, debemos participar activamente en la defensa del empleo, ante los más de 4 mil despidos que el Gobierno de derecha ya ha concretado, y ante los miles que se avecinan al final del año.

Debemos enfrentar los monopolios de los medios de comunicación, aprovechando las nuevas condiciones que genera la opción por la TV digital. Debemos estimular y respaldar las acciones que las universidades que tienen concesiones vitalicias se involucren activamente en el medio y, junto a TVN refuercen el pluralismo y a la cultura. Optamos claramente por incrementar los fondos para el desarrollo de las regiones, utilizando los más de US$ 50.0000 millones de dólares que las AFP toman de los ahorros de los trabajadores para especular en el exterior.

Asimismo, debemos dar satisfacción a los requerimientos de energía del desarrollo chileno, mediante el estímulo a las energías renovables, no contaminantes ni de alto riesgo para las actuales y futuras generaciones. Debemos reforzar nuestra política de integración latinoamericana, con primera prioridad con los países limítrofes, enfatizando medidas que faciliten el intercambio humano y comercial. La promoción de la democracia, de la paz y de los Derechos Humanos en todo el mundo, debe seguir teniendo un papel especial en nuestras acciones.

En lo interno, el PDC necesita profundizar el diálogo y fomentar la reactivación de nuestras estructuras comunales, punto de encuentro de nuestra variada composición y factor de irradiación en el medio local. En los dos años que vienen no hay elecciones, por lo que se facilita la realización de encuentros para definir las políticas nacionales, regionales y comunales, culminando con el Sexto Congreso que, conforme a los Estatutos, corresponde celebrar el próximo año.

Particular relevancia tiene la política que definamos para fortalecer la Concertación ya que, si lo hacemos bien, podemos derrotar a la derecha en la próxima elección presidencial. No es un secreto que muchos militantes de los partidos aliados no votaron por Frei y que apoyaron a candidatos de otras fuerzas, cuando sólo había un DC en la lista. Más allá de la leal y madura conducta de dirigentes concertacionistas de esos partidos, es necesario que nuestros aliados comprendan que impulsar con todos los medios el debilitamiento de la DC produce un resultado negativo para toda la Concertación y no consigue abatir a la DC. Las elecciones del año pasado lo prueban. La derrota de Frei permite que se elija democráticamente al primer gobierno de derecha en 50 años. La falta de apoyo a la DC no le impide a nuestro partido elegir un gran número de senadores y diputados, viéndose afectada la Concertación que no logra el doblaje en ningún distrito, facilitando así un gran logro para el PC que elige 3 diputados. La conclusión es clara: debilitar a la DC es un grave error que facilitaría la permanencia de la derecha en el Gobierno.

Tampoco nos parece que la solución a los problemas de personalismo que vivimos pase por realizar primarias en todos los casos. El acuerdo dado por la actual dirección del PDC a ese criterio debe ser cambiado, ya que produciría un efecto muy negativo en las próximas elecciones municipales, afectando las legítimas expectativas de nuestros actuales Alcaldes o de las personas que compitan en las comunas en que su máxima autoridad es DC. Todos estos años hemos aplicado el criterio del que tiene mantiene, con la flexibilidad necesaria para enfrentar situaciones especiales, ética, políticas o de otra índole. Un acuerdo como el que se firmó el 5 de octubre pasado no fortalece a la Concertación; sólo crea un modelo para facilitar el tres contra uno, o cuatro a uno, si se involucra al PC de una manera no apropiada, lo que le hace daño a todos, pero, principalmente, a la DC, profundizando las dificultades. Nadie puede tener dudas. Somos concertacionistas, por edad ―Mariano y Ricardo desde 1969―, pero no renunciaremos jamás a aplicar criterios políticos para enfrentar situaciones de esa índole, y una DC fuerte es requisito esencial para la fortaleza concertacionista.

Nuestra fe y esperanza

Hacia fines de los años sesenta, construimos un tríptico que nos dio fuerzas para vencer la adversidad y ganar para el Partido Demócrata Cristiano un lugar de privilegio en el corazón y la mente de los jóvenes, los trabajadores y los profesionales. Como orientación esencial que nos fortalezca espiritualmente, lo actualizaríamos para dar una respuesta clara a una pregunta precisa: ¿Qué es ser DC?

  • Doctrinariamente, es ser cristianos, inspirados en el concepto de amor al prójimo como idea central;
  • Ideológicamente, es ser comunitarios, promotores de un cambio cultural, social y económico para promover personas solidarias y organizaciones activas ; y
  • Políticamente, es ser actor en una fuerza de vanguardia, que estudia, critica, propone, anuncia y construye cada día el presente y el futuro.

Para resolver democrática y fraternalmente las legítimas discrepancias, necesitamos el Congreso del Partido. Para escucharnos con afecto y argumentos. Para decidir, con fundamentos y con la participación informada y activa de los militantes, la orientación del Partido en los próximos 4 años.

Por ello, de manera respetuosa y pública exhortamos la Directiva Nacional del PDC para que de los pasos necesarios para convocar al Sexto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana para octubre o noviembre del 2011, y se elija desde ya su Comisión Organizadora.

Si las ideas que defendemos pierden en el próximo Congreso, acataremos, como siempre, la voluntad mayoritaria y seguiremos trabajando en las áreas en que la vida nos lleve para tratar de ganar en el próximo. Esperamos que si son otros los que pierden hagan lo mismo.

Recogiendo el llamado del Obispado Latinoamericano, con alegría, con fe y sobre todo con mucha esperanza, los invitamos a ser anunciadores de buenas nuevas y no profetas de desastres.

Fraternalmente,

Mariano Ruiz- Esquide J.
mruiz@senado.cl

Ricardo Hormazábal S.
rhsabogado@yahoo.es

Rodolfo Fortunatti
rfortunatti@gmail.com


Chile, 12 de octubre de 2010, en el 75° Aniversario de la fundación de la Falange Nacional.


1 El PDC Chileno, George Grayson, página 108, Editorial Francisco de Aguirre, 1968.
2 Walker, Ignacio, El futuro de la DC, 1999 y artículos más recientes
3 Ignacio Walker P., El futuro de la DC, 1999, páginas141 a 143.

No hay comentarios.: