A lo largo de todo el año 2010, se ha acumulado suficiente evidencia acerca de la insuficiencia de la coalición que reunió durante más de veinte años a partidos de izquierda con el centro.
Ha llegado el momento de superar el estéril esfuerzo de diagnóstico sobre las causas de la derrota electoral de enero del 2010, al tratarse de un ejercicio que más que aglutinar, divide a las fuerzas opositoras.
Aún más: también es fuente de división el ejercicio referido al balance de 20 años de gobierno, en donde algunos enfatizan los logros, mientras que otros destacan las deudas.
Ya no parece posible continuar con un tipo de coalición que dejó de responder a las profundas transformaciones que ha experimentado Chile en estas dos décadas, y que paradójicamente son el resultado de los cuatro gobiernos concertacionistas.
¿Qué duda cabe?: Se trata de 20 años de progreso en todos los planos de la vida colectiva, lo que constituye un tiempo suficiente y natural para reformular el proyecto histórico de la centroizquierda chilena, y en seguida forjar su nuevo programa de gobierno.
Si estos veinte años de progreso (como todas las cosas, con luces y sombras, pero con logros infinitamente superiores al constatar que los chilenos de hoy poseen más bienestar que los chilenos de ayer), son también un tiempo en el que, por distintas razones, se trizó el vínculo natural de nuestros partidos con el mundo social, que es lo que explica que la concertación haya derivado únicamente en una alianza política entre partidos para gobernar.
Esta fórmula, completamente legítima para el período que se extiende entre 1988 y el 2010, dejó de ser eficiente para los desafíos que se abren ante nosotros, los que suponen expandir la capacidad de diálogo horizontal de los partidos con esa gran mayoría de personas, grupos y organizaciones que poseen interés en los problemas públicos, y que son portadores de causas sociales que son justas y que a menudo la política ignora.
Se trata de construir la coalición política del centro y la izquierda que necesita el país al que aspiramos, y no al país que tenemos. Esto nos permitirá empujar las causas del país que queremos pues movilizará otras voluntades. La coalición que debemos construir nos debe acompañar con un proyecto para los próximos 20 años.
Condujimos al país por 20 años y debemos conducirlo los próximos 20.
El reload de la Concertación significa hacer nuestra propia transición, desde una alianza política de partidos de centro y de izquierda, hacia una coalición de centroizquierda social que supone una alianza entre el centro y la izquierda política, sin vetos ni exclusiones, pero que no se agota en los partidos que la conforma.
Concretamente, reload significa partir de nuevo, recargar desde el agotamiento y renovar la tarea, construir una modalidad institucional de carácter permanente entre el mundo social y los partidos de la centroizquierda, a igualdad de condiciones. Se trata de un foro democrático en el que convergerán representantes de los partidos y miembros del mundo social, estos últimos debiendo estar legitimados por sus organizaciones, o bien ser representativos de intereses y causas que son de interés de todos promover.
Para lograrlo, es preciso entender que los partidos por sí solos son incapaces de captar toda la diversidad de intereses y aspiraciones de las clases medias y populares, de minorías sexuales y étnicas, de cristianos, católicos y laicos, de mujeres, de jóvenes y viejos, de trabajadores manuales y profesionales, del mismo modo que el mundo social compuesto pro gremios, sindicatos, federaciones estudiantiles y asociaciones de diversa índole debe aprender a confiar en esta nueva política.
Este foro democrático se constituirá durante el mes de abril, y cumplirá un papel de creación de ideas y políticas que servirán para hacer oposición idónea al gobierno a partir de intereses e ideales que se irán explicitando y configurando desde este espacio eminentemente deliberativo. En tal sentido, este foro democrático contribuirá a la producción de un proyecto histórico en el que Chile es imaginado en tiempos largos, 20 años.
Paralelamente a este foro democrático, los centros de estudios vinculados a los partidos deberán diseñar lo que la centroizquierda política está entendiendo por proyecto.
La convergencia de estos dos ejercicios, uno proveniente del foro democrático y el otro originado en la periferia intelectual de los partidos, tendrá lugar en el mes de septiembre y concluirá el 5 de octubre del 2011, en una nueva coalición, socialmente amplia y políticamente articulada. Cómo no verlo: a través de esta modalidad de diálogo político y social, se rompe profundamente con la racionalidad tecnocrática que se ha impuesto en Chile bajo este gobierno.
En cuanto al programa, éste será diseñado en un momento posterior y vendrá por añadidura, puesto que será la materialización del tiempo largo de dos décadas imaginadas en el periodo corto de cuatro años de un mandato presidencial.
Si en 1988 la fundación de la Concertación constituyó un gran momento de creatividad política que se ajustaba a las exigencias históricas de aquel entonces, resulta por tanto natural retomar el esfuerzo de imaginación. Esta propuesta permite alcanzar tres metas:
- Reconstruir el vínculo perdido entre el mundo social y el mundo de los partidos.
- Distinguir entre las necesidades de un proyecto que se elabora colectivamente y en el que Chile es pensado e imaginado en el largo plazo, y las exigencias del programa, que corresponde a un tiempo posterior; pero para el corto plazo.
- Construir dos oposiciones, una social y otra política, con el añadido que ambas se articularán a medida que el tiempo avanza, sin que ello suponga subordinaciones indebidas. Esta articulación debiera desarrollarse desde la interacción de grupos de trabajo sobre áreas temáticas de intencionalidad en una especie de red de oposición y participación permanente e institucional.
Naturalmente, un ejercicio tan audaz como el que aquí se propone implicará discrepancias, y eventualmente conflictos. Pero cuya resolución, mediante acuerdos y reglas compartidas por todos, redundará en beneficios colectivos.
Al final del camino, a lo que se aspira es constituir una fuerza plural, hegemónica, que muerda hacia todas las regiones del espectro social. No se trata sólo de ganar elecciones. De modo más profundo, se trata de incidir decisivamente en la manera de representar intereses, de democratizar a la sociedad y de hacernos más libres.
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