Nos hemos creído el cuento de los Tratados de Libre Comercio y de ingresar a la OCDE mientras a nuestro Ministro de Hacienda, a las autoridades de gobierno y a los Jefes militares les importaba ”un cuerno” la inexistencia, como mínimo, de teléfonos satelitales que conectara a las zonas costeras del país para alertar de posibles tsumnamis o maremotos. La imagen de Hilary Clinton, en su viaje relámpago a Santiago, regalando uno de estos aparatos a nuestra Presidenta, ha sido casi un latigazo de verguenza tan sólo con imaginar en que nadie advirtió que con un medio centenar de estos aparatos se habría salvado cientos de vidas.
En menos de dos minutos ha quedado claro que el gobierno ha mostrado un desgobierno impresionante. En los últimos 50 años, en varias terremotos, los gobiernos fueron capaces de darse cuenta que trás una catástrofe como la ocurrida el sábado pasado, antes de ir a conocer la realidad “en el terreno mismo” había que despachar ese mismo día por aire, mar y tierra, comida ropa y abrigo. Asi se hizo siempre.
El Presidente Lula, del Brasil, de visita el mismo dìa que vino Clinton, dijo en Santiago que “desde el primer momento” querían mandar ayuda, pero desde Chile no se les decía qué se necesitaba. Era como si nuestras autoridades necesitaran primero sobrevolar el terremoto para saber que un sismo grado 8 precisaba ser enfrentado de inmediato con comida, ropa, techo y medicinas.
El terremoto ha desnudado, también, la incapacidad de las instituciones nacionales para enfrentar lo que es parte de la esencia chilena: las tragedias de la naturaleza. Hemos presenciado como, incluso instituciones militares que deberían estar preparadas, en tiempos de paz, para asumir funciones ciudadanas ni siquiera contaban, ni cuentan, con los elementos técnicos mínimos.
Y lo que es más grave, hemos tomado nota que este Chile del bicentenario no es el Chile que creemos y decimos ser. Ni siquiera es el Chile de hace medio siglo atrás. Los chilenos hemos cambiado y mucho.
Durante 40 años se ha ido educando a nuestros hijos en que ya no es importante la solidaridad, la generosidad. Más aún, que el Bien Común ya no existe. Lo que existe es el éxito, el ganar dinero la competencia y el tener más a cualquier precio.
Entonces, debemos reconocer y asumir la realidad de que ya no somos aquellos que en las poblaciones populares salían a la calle para hacer “ollas comunes” poniendo cada familia lo que tenìa para ayudar a la alimentación de todos.
Tampoco son los mismos los pobladores de la clase media que a las pocas horas del siniestro se organizaba en cada barrio, escuela, universidad o empresa para recolectar ayuda para los danmificados.
Ahora, en las poblaciones “marginales” se organizan, y se juntan con el lumpen, para salir a saquear y “ganarse” todo aquello que con el trabajo, la educación o el sentido de comunidad (a los que no han tenido acceso) deberían intentar alcanzar. Y en los barrios más acomodados (clase media y media alta, le llaman los siúticos) se organizan para defenderse de los “marginales”, mientras en el día son los mismos que, en Santiago, por ejemplo, donde no había ninguna necesidad, coparon los servicentros y los supermercados acaparando combustible y alimentos.
La lógica era la misma: ante la posibilidad de la escasez y la incertidumbre del futuro “los con dinero” compraban lo que podían y los “sin dinero” salían a robar lo que podían.
Y los más ricos?. Bueno, eso es cuento aparte. Un ejemplo, la educación es una sola para todos y ocurre, entonces, que la Ciudad Empresarial, un elegante y sofisticado barrio con grandes edificios para las empresas top de Santiago es hoy un monumento a este nuevo Chile: gran cantidad de sus edificios, con menos de 5 años de vida (y por lo tanto totalmente asismicos), han sufrido grandes daños. En otras palabras los grandes empresarios que les construyeron sus casas comerciales a las grandes empresas, se las hicieron defectuosas, pero, les cobraron igual. Es algo así como si uno le construye una casa a un hermano y economiza en cemento o fierro, para aumentar la plusvalía del negocio. Fuerza Chile….. nos dice la TV local.
Mientras, en nuestros canales de televisión, pocos, muy pocos periodistas, hasta hoy, intentan explicaciones y enfrentan a los representantes del poder político, económico y militar desde una posición independiente. El Alcalde que autorizó la construcciòn de un edificio que hay que demoler, en vez de ser llevado a los tribunales por haber autorizado el ingreso de moradores a esa construcción, ahora es un gran personaje porque ordenó que desalojaran el edificio ante el peligro de derrumbe. Fuerza Chile….
Chile, necesita mucha Fuerza…
SENEN CONEJEROS
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